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Artículo #23

¿Dónde está el valor del vino chileno?

Por Editorial DICIEMBRE DEL 2020

El vino chileno es reconocido, en casi todo el mundo, como un producto con una excelente relación de precio versus calidad. Y, si bien, existen algunos particulares ejemplos de vinos excepcionales, muy bien posicionados en los mercados globales, cuyo prestigio y calidad es reconocida tanto por especialistas como consumidores, lo cierto es que en la actualidad, el conjunto mayoritario de la producción de vino chileno yace atrapado en la trampa de los productos “best value”.

Texto destacado

Pero, en este complejo panorama, cabe preguntarse algo fundamental: ¿Donde está el valor del vino chileno?


Esta problemática no solamente atañe al ámbito de la imagen de marca y la promoción comercial, sino además, se ha transformado en un problema respecto a los costos generales, los que no paran de subir, año tras año, mientras que el precio promedio cae, indefectiblemente. Según cifras de la propia industria, en la actualidad, el precio promedio exportado de vino apenas levanta la cabeza por sobre los US$26/FOB por caja de 9 litros. Por debajo de países como Australia, Argentina y Nueva Zelanda, competidores directos de Chile en las góndolas de los supermercados en América, Europa y Asia, el vino chileno ha ido quedándose atrapado entre los costos, cada vez más altos, y los precios, cada vez más bajos. El resultado no ha sido otro que una seria crisis de rentabilidad, la que ha llevado a numerosas bodegas a tener que reducirse, salir al mercado a buscar continuamente capital, endeudándose peligrosamente, o bien, definitivamente bajar la cortina y cerrar. Pero, en este complejo panorama, cabe preguntarse algo fundamental: ¿Donde está el valor del vino chileno?

El “relato” del vino chileno tiene que cambiar, para que las cosas cambien. En una industria controlada por un puñado de grandes actores, donde las tres principales firmas concentran más del 70% de la producción, hay poca historia y cultura que mostrar. Sin embargo, también existe otra realidad que comunicar, una dimensión más humana y diversa. En el país, según las cifras del Ministerio de Agricultura, existen alrededor de 14 mil pequeños viticultores, diseminados por casi todo el territorio nacional. A este número, se suman unas 400 pequeñas bodegas de tipo familiar o de garage, con cientos de viñateros apasionados, con el corazón puesto en lo que hacen, en sus tradiciones y lo más importante, en poner en valor la historia y la cultura local, promoviendo el desarrollo económico, inclusivo y sostenible, en cada uno de los territorios que habitan.

Aquí es donde está vivo el relato que Chile puede mostrar al mundo, con las hermosas imágenes de su impresionante geografía, artes, gastronomía y los más diversos itinerarios culturales, desde las montañas de Los Andes hasta el Océano Pacífico, desde el Desierto de Atacama hasta la Patagonia.

La propuesta de valor del vino chileno.

En un mapa vitivinícola diverso e inexplorado por los enófilos de otras latitudes, aquí yace la propuesta de valor del vino chileno, íntimamente conectada con sus raíces históricas, con su riqueza patrimonial, con la singularidad de sus paisajes y personas.
Todo lo anterior, se resume en un concepto: El Itinerario cultural del vino chileno, allí donde convergen las tradiciones, la historia y la geografía, donde los diversos territorios se van involucrando, se van conectando en función de objetivos comunes para el desarrollo económico. En este contexto, la oportunidad para el desarrollo del turismo cultural del vino es extraordinaria, en una completa sinergia con la gastronomía y las artes, en cada región, en cada comarca.

Un cambio necesario.

Para lograr que la imagen de Chile cambie, es preciso comunicar los atributos de valor que tiene su vitivinicultura, más allá de su dimensión industrial. En este sentido, esta tarea podría ser abordada en cada uno de los ámbitos que bien puede mostrar el país a través de sus vinos.
Estos ámbitos aquí expuestos, podrían servir de base para una promoción cultural de la vitivinicultura chilena, en armonía con la gastronomía y el turismo, dando vida a un itinerario cultural que permita a los visitantes del país conocer más sobre la historia y cultura de cada territorio, conectados entre sí por un relato interesante, profundo, que permita mostrar los valores, las peculiaridades de cada lugar.
Pues bien, para que todo esto ocurra, es necesario un punto de partida: empezar a pensar en las personas, poniendo rostro y nombre a cada campaña, a cada producto, a cada lugar. Así, entenderemos que la historia del vino chileno no es otra cosa que la sumatoria diversa y colorida de las miles de historias particulares de cada lugar, donde el vino, como producto cultural, permite reflejar esa complejidad.
Desde este prisma, económico y antropológico a la vez, comienza a tener sentido una promoción de la vitivinicultura y la gastronomía de Chile, cuyo origen está en las personas y su contexto cultural. Y así, el turismo es un medio para lograr impulsar el progreso en cada uno de los territorios del país, no un fin en sí mismo.
Las cosas tienen que cambiar, para que no cambie la esencia del vino chileno.